(12/04/2025) El Prof. José María Maestre, Catedrático de Filología Latina de la Universidad de Cádiz y Director del Instituto de Estudios Humanísticos (IEH), desveló en su ponencia de titulada “Decodificación humanística de las pinturas murales góticas del castillo de Alcañiz. I ( la Rueda de la Fortuna, el León y el Trovador) con la que se clausuró el II Curso Interdisciplinar de Humanidades “La Semana Santa a través del Humanismo alcañizano" el significado de las pinturas murales góticas.
El ponente explicó que irá dando a conocer su investigación sobre las pinturas murales góticas del castillo de Alcañiz en la que lleva trabajando más de quince años en sucesivas conferencias, avanzando que su interpretación las asocia al cristianismo: puntualizando que el Trovador es el rey David, el León es Judá y la Rueda de la Fortuna representa una alegoría fruto de la recepción cristiana de Boecio.
Recordó después el gran error del gran arquitecto don Fernando Chueca Goitia al desubicar, en 1957, la Rueda de la Fortuna, el León y el Trovador arrancándolas de su emplazamiento de la planta primera de la Torre del Homenaje para dar luz natural a la misma.
Esa desubicación – precisó - ha tenido unas consecuencias nefastas por tres razones: en primer lugar, porque, aunque por suerte la figura del León es conocida a través de una fotografía antigua, sin embargo, dicha pintura desapareció en la citada restauración sin que hasta ahora se sepa qué pasó con ella; en segundo lugar, porque el propio proceso de trasvasar esas pinturas murales góticas a lienzo provocó un daño irreparable a las mismas; y, en tercer y último lugar, porque la separación de las dos pinturas hoy conservadas de las restantes hizo que los investigadores no hayan podido estudiarlas en su propio contexto.
El Prof. Maestre afirmó que tras sus investigaciones, está en disposición de afirmar que la Rueda de la Fortuna del Castillo de Alcañiz no tiene un sentido pagano, como vienen escribiendo los investigadores hasta ahora, sino que solo se explica a la luz del cristianismo emanado de los De consolatione philosophiae libri V de Boecio.
El círculo menor de los dos de la Rueda de la Fortuna, que tiene a esta en su centro, nos hace ver que el Destino solo mueve esa rueda pequeña y mutable que a su vez se enlaza con ocho radios con la externa, mayor e inmutable, que es la que mueve la Providencia de Dios, que gobierna todo lo creado. El Destino solo gobierna el devenir mutable de los seres humanos a través de su libre albedrío, mientras que la Providencia tiene un plan de redención inmutable, que conduce a la salvación de la Humanidad a través del nacimiento de Jesucristo, de su pasión, de su resurrección y de su segunda venida para juzgar a vivos y muertos en el Juicio Final.
Todos los demás elementos de la rueda tienen ocultos significados cristianos, cuya decodificación humanística hay que hacer a través, fundamentalmente, de las Sagradas Escrituras, pero también de otros textos vinculados con el mismo credo: las dos copas ponen de relieve el libre albedrío para elegir la “copa del Señor” y no la “copa de los demonios” (1 Corintios 10,21), esto es, a elegir entre el bien y el mal; los ocho radios anuncian la resurrección de Jesucristo; el gallo, representación también del Hijo de Dios, canta el amanecer anunciando también su resurrección y la victoria de la luz sobre las tinieblas; y el unicornio -que representa también a Jesucristo a través de una antigua y bella leyenda sobre su caza con la ayuda de una “virgen” recogida en el antiguo bestiario conocido como Physiologus- enaltece su fuerza.
La interpretación cristiana de la Rueda de la Fortuna y de sus elementos obliga a hacer lo mismo con las otras dos representaciones y es en ese punto donde esta investigación, interesante en sí misma por lo que se acaba de exponer, da unos pasos mucho más importantes y novedosos.
El León, hasta ahora no vinculado a la Rueda de la Fortuna, ha de interpretarse, dentro también de las Sagradas Escrituras, como Judá, el “cachorro de león” de cuya raíz nacería el rey David: su mensaje último es, a la luz del Génesis 49,9, anunciar el nacimiento de Jesucristo, al tiempo que potencia también su fuerza.
La pintura conocida como el Trovador, figura hasta ahora no vinculada tampoco a la rueda de la Fortuna y que ha dado nombre al premio homónimo del Festival Internacional “Castillo de Alcañiz”, no es un Trovador del Medievo, como hasta ahora se ha creído, sino uno de los personajes más importantes de las Sagradas Escrituras y, dentro de ellas, de la genealogía del propio Jesucristo (Mateo 1, 1-17): se trata, en realidad, del propio rey David, de cuya estirpe nacería Jesucristo.
La escena de un joven encaramado en un árbol, donde tañe un laud, forma parte del llamado “árbol de Jessé”, que recoge los principales ancestros de la genealogía de Jesucristo hasta llegar a José y María.
Al pie del árbol el Prof. Maestre ha descubierto un detalle muy importante que no aparece en el dibujo del Trovador realizado por Agnes Chaussemiche hacia 1930 y que hasta ahora no ha sido observado por ningún investigador: Jesé, padre de David, aparece dormido debajo de dicho árbol y no solo forma parte de la raíz, sino que esta parte de su cuerpo. Este valioso detalle, que tomó vida también a partir de las Sangradas Escrituras (Isaías 11,1 y Apocalipsis 5,5) y que encontramos en numerosas representaciones artísticas medievales como las famosas vidrieras de la abadía de Saint Denis y la catedral de Chartres (ambas del siglo XII), certifica que lo que se pintó fue el “árbol de Jessé” y que el personaje que hallamos arriba es el rey David.
David aparece tocando el laud y no el arpa, como fue muy habitual en el arte medieval: el rey, paradigma de arrepentimiento, aparece entonando sus Salmos, que, como es sabido, compuso arrepentido de sus pecados, para dar gracias a Dios y, entre los que también habla del unicornio (salm. 28, 6 y 91,11)
Se potencia así, en suma, el arrepentimiento como mensaje fundamental de estas tres imágenes que forman un tríptico, por así decirlo, que, al desubicarse y perderse una de ellas (el León), ha hecho que los investigadores no hayan alcanzado a ver hasta ahora el verdadero significado de dichas pinturas.
Las tres imágenes, epicentro de las demás pinturas murales góticas del castillo de Alcañiz, invitan a los miembros de la Orden de Calatrava a arrepentirse de sus pecados y redimirse como monjes y soldados de Jesucristo que eran a un mismo tiempo.