Alcañiz es, durante tres días, epicentro del Humanismo español gracias al XIII Congreso Interdisciplinar de Humanidades organizado por el Instituto de Estudios Humanísticos (IEH). El evento cultural, uno de los de mayor relevancia nacional en su temática, lo inauguraron ayer en el Palacio Ardid el alcalde de Alcañiz y presidente del IEH, Juan Carlos Gracia Suso, el director del Instituto de Estudios Turolenses (IET) de la Diputación de Teruel, Juan Félix Royo Gracia, y el director del IEH, José María Maestre Maestre.
El XIII Congreso alcañizano de Humanidades de este año tiene lugar del 25 al 27 de noviembre, e incluye siete destacadas conferencias a cargo de prestigiosos doctores universitarios y otros especialistas, tres coloquios y la presentación de las seis novedades editoriales del IEH. En el acto inaugural de ayer, el alcalde de Alcañiz destacó que “las humanidades en su sentido más amplio vuelven a brillar en nuestra ciudad, siguiendo siempre el lema de estos cursos: ‘Nada de lo humano nos es ajeno’”. Gracia indicó que “en estos momentos de dificultad, el IEH cumple, con Cursos como este, con el objetivo de que la cultura, la mejor información y el diálogo nos ayuden a mejorar las cosas”.
Por su parte, Royo hizo hincapié en “la calidad del Curso del IEH, por el contenido de las conferencias y el prestigio de los ponentes, que hará que los asistentes se sientan recompensados”. El director del IET agradeció la dedicación de Maestre y de todas las personas e instituciones que colaboran en el evento, y destacó “el esfuerzo del Ayuntamiento de Alcañiz para apoyar constantemente a la Cultura, incluso en épocas de recursos escasos y grandes necesidades”.
En su discurso inaugural, el profesor Maestre recordó que, fieles a su símbolo común, la caña, “Alcañiz y el IEH podemos doblarnos frente a las adversidades, pero no nos partimos y seguimos defendiendo la necesidad y vigencia de las Humanidades”. En este sentido, el director del IEH recordó las recientes palabras del rey Felipe VI en la sede del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, donde el monarca reclamó al gobierno central y a los gobiernos autonómicos “un esfuerzo para evitar que la Ciencia y las Humanidades queden paralizadas, porque ello significaría paralizar nuestro progreso”. Maestre, además, glosó el contenido del XIII Curso y destacó el esfuerzo editorial del IEH con seis nuevas publicaciones que son referencia obligada en los estudios humanísticos en Europa y en todo el mundo.
Conferencias sobre Augusto y sobre valle-Inclán
Tras las palabras inaugurales, el contenido propiamente académico del Curso arrancó con sendas conferencias a cargo de los doctores Javier Iso Echegoyen y Antonio Pedrós-Gascón. En la primera, centrada en Augusto en conmemoración del bimilenario de su muerte (14 d.C.), Iso trazó con línea maestra las tendencias literarias en la época del primer emperador romano, y recordó la devoción que éste sentía por el gran poeta lírico y satírico Horacio. En su intervención, el Catedrático de Filología Latina de la Universidad de Zaragoza, además de explicar la indignación del poeta y sus afines por quienes sólo consideraban de calidad la producción literaria de época griega, destacó la movilidad social en la época de Augusto –en contraste con la actual, por ejemplo-, donde el hijo de un liberto –esclavo liberado-, como Horacio, pudo formar parte del círculo de confianza del propio César.
En la segunda de las conferencias de ayer, Pedrós-Gascón habló a un público entregado sobre la estética revolucionaria mexicana durante el último período de Valle-Inclán. El profesor de Literatura Española en la universidad Estatal de Colorado detalló con precisión y profusión de fechas y personajes la decisiva influencia de la revolución mexicana y su traducción cultural y plástica –representada, entre otros muchos, por el muralismo épico de Diego Rivera- en el maestro español del modernismo literario –por ejemplo, en la novela Tirano Banderas, una de las obras cumbre de la literatura española del siglo XX-. Pedrós Gascón indicó que el afán de Valle-Inclán por trasladar a la II República Española dicha estética, combinada con su ideal de cristianismo épico, y chocante, así, con el laicismo republicano, pudo condicionar que fuera nombrado por el Gobierno director de la Academia Española de Bellas Artes de Roma, lo que sería, en definitiva, un “exilio en jaula dorada” para una figura cultural tan incómoda políticamente como genial e inimitable en lo literario y personal.