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Fábricas de paño y de jabones, molinos de aceite, hornos de pan, industrias cerámicas y artesanas… Esta actividad económica repercute en la estructura urbana, que acomodará dentro de sus límites tradicionales el incremento de la población; por consiguiente, se utiliza la totalidad del suelo urbano disponible, desaparecen espacios libres, se incrementa el número de plantas, se incrementa el número de viviendas: Alcañiz se satura.

Los padres escolapios se hacen cargo del colegio Valeriano, amplían sus instalaciones y construyen la Iglesia y su pequeña torre mudéjar. El padre Anastasio dirige las obras de construcciones del convento de San Francisco, del que sólo persiste la iglesia.

Durante el siglo XVIII se llevan a cabo las obras de destrucción más importantes de la historia alcañizana: la iglesia gótica y parte del castillo calatravo; acción compensada por la posterior reedificación de dos obras de notable interés arquitectónico: la actual parroquia de Santa María y la impresionante mole de ladrillo utilizada ahora como Parador Nacional.

Esa época configuró el casco antiguo tal y como lo conocemos hoy: de calles estrechas, denso y abigarrado: e incorporó uno de los elementos visualmente más dominantes de las fachadas de los edificios: el balcón, bella expresión de la participación de lo privado en lo público, y de que el espacio exterior ha transformado su agresividad en amabilidad con el movimiento cívico de sus gentes: actividades comerciales, paseo, procesiones.

Actuación subvencionada por:

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Gobierno de Aragón

Ayuntamiento de Alcañiz