La mandó edificar Doña Pascuala Rivera Hernando por testamento otorgado el 21 de abril de 1879. Se trata de una construcción que, aunque de menores dimensiones y solidez, presenta características comunes a la ermita de la Encarnación, reedificada en 1860. Tiene una sola nave de planta rectangular, cubierta con bóveda de cañón. El tejado es de doble vertiente y el acceso está basado en un arco de medio punto, sobre el que se dispone un pequeño óculo. Su interior acoge una sencilla imagen del titular.